Comar es una cooperativa que integra a 2600 mujeres wichí, qom y pilagá que comercializan artesanías con lana, chaguar y carandillo.
Hace más de 20 años que las artesanas del Gran Chaco argentino son un motor de desarrollo económico en la zona. Sin embargo, ahí se enfrentan a un conjunto de problemas: la marginación respecto a los centros de poder político, el empobrecimiento generalizado de la población rural y un modelo depredador de explotación de recursos naturales. De hecho, se reconoce a esta región como la más vulnerable del país en términos sociales.
A partir del año 2000, las mujeres del monte chaqueño pasaron de una actividad individual y doméstica a una diversas modalidades de asociación para coordinar la producción, hacer un control de calidad y expandir la comercialización de su trabajo como artesanas. En 2002, la Fundación Gran Chaco acompañó y profundizó este proceso y, finalmente, en 2009 se conformó la Cooperativa de Mujeres Artesanas del Gran Chaco (Comar). Hoy, esta red es la organización de mujeres indígenas más grande de Argentina.
Norma Rodríguez, una mujer wichi de 50 años que vive en Lote 8, Formosa, es la presidenta de la cooperativa que agrupa a unas 2600 artesanas que trabajan con chaguar, carandillo y lana de oveja. Su propósito es preservar las tradiciones de su comunidad y empoderar a las mujeres a través de la organización.
“A partir de la formación de Comar mi vida cambió mucho. Antes siempre estaba en mi casa. Salía al monte a la mañana a buscar leña y cuando volvía hacía mi artesanía. Era una mujer pobre, sin trabajo y con siete hijos que mantener. Desde el momento que empezamos a gestar la organización tuvimos que hacer frente a los hombres, que nos decían que teníamos que quedarnos en la casa. A los dirigentes no les gustó que tuviéramos una organización. Un día los enfrenté, me hice escuchar y no molestaron más”, relata Norma.
Cuando la presidenta de la Fundación Gran Chaco, Fabiana Mena, entró en contacto con la comunidad wichí y observó que el principal problema que tenían las artesanas era el aislamiento. “No había un acuerdo de precios y cada una producía lo que tenía ganas. Por eso, comenzamos con Norma a pensar una forma de organización donde ellas se sintieran cómodas. Las mujeres de otras comunidades nos iban conociendo y pedían unirse a la red que se estaba formando”, recuerda Mena. Cada grupo que se sumaba, se conformaba como una asociación. Comar hoy está integrado por 24 asociaciones en tres provincias: Salta, Chaco y Formosa.
Otro desafío que tuvieron que sortear las artesanas para conformar la red fue superar los prejuicios que existían entre las comunidades wichí, qom y pilagá. “Poco a poco se fue construyendo una pertenencia común como mujer indígena artesana. Era muy importante fortalecer el tejido social para construir”, dice Menna.
Olga Aparicio pertenece a la comunidad qom, tiene 43 años, vive en Vaca Perdida, Formosa, y es la secretaria de la comisión directiva de Comar. “Me gusta hacer este trabajo, pero es una gran responsabilidad. Todos los días dejo mi casa, a mi marido, a mis siete hijos y a mis dos nietos para atender las necesidades de otras personas que están en situación de mayor vulnerabilidad. Tengo el apoyo de mi familia para hacerlo”, expresa.
A los 10 años, Olga tuvo que empezar a trabajar en casas particulares limpiando, lavando ropa y planchando. Su madre había muerto y a ella no le quedó otra opción. “Yo sufrí mucho en mi niñez y no quiero que otras mujeres pasen por lo que yo pasé”, expresa. Con el tiempo pudo dedicarse a la artesanía y fue creciendo en esa disciplina hasta que comenzó a liderar en su comunidad. “Las mujeres me eligieron como referente y tengo que dar respuesta ante esa confianza que me depositaron”, enfatiza.
Jesica Sosa es de origen pilagá y es la tercera referente de la comisión directiva de Comar. La distancia entre las tres dirigentes es muy grande. Sobre todo, porque las separan extensos caminos de tierra, que cuando llueve se vuelven intransitables. De todas formas, mantienen una comunicación diaria gracias a la tecnología. Olga cuenta que “todos los días compartimos las novedades, los proyectos que se están por plantear, las actividades y hasta las deudas”.
Entre un grupo de mujeres artesanas y otro puede llegar a haber una distancia de hasta 500 kilómetros. “Para resolver este desafío se necesitaba un actor que juntara la producción y la vendiera. Por eso, fuimos construyendo una organización de segundo nivel, que es la Comar”, dice Mena. La cooperativa, consolidada en 2009, cuenta con el acompañamiento de la plataforma El Futuro Está en el Monte. Esta plataforma de impacto colectivo busca impulsar el desarrollo sustentable, competitivo e inclusivo de las comunidades más postergadas del Gran Chaco. La iniciativa es cogestionada por la Asociación Cultural para el Desarrollo Integral (ACDI), Fundación Gran Chaco, Fundación Avina, Matriarca, COOPSOL y Potenciar Comunidades.